Osvaldo Bossi – Poemas

Selección de poemas

Flash
Que llegue un día, un día, un simple
muchacho que me quiera. No pido
más que eso. Ni mares ni estrellas
ni abismos ni fortunas. Sólo su sonrisa
de rufián esperándome en el café
de la esquina. Sé bien que tanta literatura
no me ayuda. Que vivo en un mar
de engaños. Que estoy más cerca
de la luna que de sus ojos. Pero Señor,
sé bueno conmigo. Que un día al darme
vuelta sobre la cama me tope con su
cuello, o con el dedo gordo de su pie
--el más solitario de todos. No pido
la fantasía de un chico eterno, no… ya no.
Apenas el relámpago de su voz diciéndome
no sé, cualquier pavada por teléfono.

La canción más linda del mundo

Anoche mamá se me apareció
en un sueño. Alegre como una muchacha
de veinte, y ya había pasado los setenta.
Me dijo: Vine a decirte que estoy bien.
Que los muertos no nos pasamos
la eternidad echados panza arriba
mirando la noche. Que trabajamos
mucho, me dijo, para que allá en
la tierra no falte el pan, ni un techo
digno, para los que menos tienen.
Y donde se abre un corazón herido,
ahí estamos, para barrer la oscuridad.
Yo ya no limpio casas, mugre ajena, para
sobrevivir, pero abro todos los días
una cocina de luz donde amasamos
el pan. Es que en el cielo no hay injusticias.
Se terminó. Acá en el Cielo somos todos
peronistas, Os. Creeme. Ni los ricos ni los gorilas,
como dice la profecía, entran. Sólo los de buen
corazón. Los de buen corazón… repetía
mi mamá. La voz amplificada, como en una
película de Leonardo Fabio. Qué hermoso
todo lo que me decís, mamá. Qué hermoso.
Le decía yo, llorando. Que hermoso. Pero no
llores, me decía ella. Pronto voy a volver.
Ahora tengo que hacer unos guisitos para
los chicos del barrio. Y vos sabés que hago
unos guisos fabulosos. Si mamá, siempre
me acuerdo de tus guisitos, le decía yo
a mi mamá, llorando, mientras ella
cruzaba el cielo a toda velocidad, cantando,
como no podía ser de otro modo, la marcha
peronista. La canción más linda del mundo,
según Dios y según mi mamá, que picaba
la cebolla y cantaba, cantaba, como una loca,
todos unidos triunfaremos, muerta de risa
como ahora, en su panadería de luz.

Sé que tu casa queda cerca
Un poema que vuele
urgente
hasta tu casa.
No importa si lo leés o no.
Pero que baje
hasta tus hombros
como un hilo
de luz, una hoja
en la tormenta, un reflejo
sobre la taza de café.
(Ahora, por ejemplo, ya estoy
a la mitad. Hace falta
concentración
y un poco de fe, desde luego.)
Que pase como una nube
por tu ventana.
Que te haga apartar los ojos
y mires hacia ahí, donde
no soy sino un poco de aire
moviendo las cortinas.
¿Sólo eso? ¿Nada más
que eso, persigue
mi deseo?
Una palabra
como una gota de agua
y de luz, una gota
de sombra, entrando
por tus labios o
tus ojos. ¿Y luego?
Y luego…, nada.
A esperar que germine.

Bajo el cielo azul de puerto Montt
Si te toca un día
de sol, te toca
la lluvia
con sus dedos
de agua, te toca
el pelo, la camisa
recién planchada,
te toca alguien,
no importa
quién, la nuca
la rodilla, o tu perrito
al verte
mueve la cola, mueve
las agujas del reloj,
la nieve que guardabas
en la heladera
cae por la ventana
de la cocina, en fin
si te toca
perder las llaves
en el camino,
y decir no, otra vez
no, y dormirte
después, en sus brazos
tranquilo
como no te dormías
hace tiempo (qué maravilla)
si te toca partir, te toca
regresar.

Siguiendo la ruta de un pájaro herido
Tres de la mañana. La hormiga
apoya su cabecita de humo
sobre una pila de hojas secas
y cierra los ojos. Los hombros
cansados, después de llevar
y traer, después de cruzar un puente
altísimo y seguir. No importa la hora.
Como ella, yo espero que este mundo
se termine de una vez. Por más lindo
que sea. Que se termine. No digo
para siempre. Un rato no más.
Las pocas horas que duerme un obrerito
de la construcción. Y que el sueño
no sea una falsa puerta, donde al final
como otras veces, estés. Hermoso, hermoso.
Fumando, entre las sombras, tu cigarrillo.

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